El siglo XVIII resulta muy interesante en la historia de la literatura española ya que, si bien por un lado se caracteriza por una producción literaria de escasa calidad (debido a las férreas normas neoclásicas), también es cierto que, en este periodo, el debate literario fue muy intenso y eso siempre resulta provechoso.
Ese pararse a pensar en cómo mejorar las cosas (algo que debería hacerse más a menudo en el mundo en general) llevó a teorizar sobre diversos géneros y formas literarias y, aunque no conllevó grandes frutos, sí logró un importante éxito al renovar de alguna manera el teatro, estancado en la comedia barroca, machacada y ya carente de sentido.
Así, muchos fueron los que lo intentaron (Ramón de la Cruz con sus sainetes, Jovellanos con su comedia lacrimosa, García de la Huerta con la tragedia, Iriarte y la comedia educativa) pero sólo uno lo logró: Leandro Fernández de Moratín. Su fórmula fue una conjunción entre el respeto a las normas clásicas (las tres unidades, evitar aspectos desagradables, etcétera) y la inclusión de la naturalidad (el verso deja paso a la prosa, los temas son de actualidad burguesa, etecé).
Debo reconocer que, hasta esta semana, no había leído ninguna obra suya, así que me propuse remediarlo y me hice con una recopilación de sus comedias. Leí la clasiquísima ‘El sí de las niñas’ (ya hablaré de ella otro día) y ‘La comedia nueva o El café’. Esta última me gustó más ya que me pareció bastante original, tanto en personajes (ese pedante fantasma, ¿quién no se ha topado con alguno en su vida?, y los falsos amigos y aduladores) como en tema (el debate literario en sí mismo).
Seguro que en su época debió ser toda una experiencia su representación sobre las tablas puesto que presenta en escena una polémica absolutamente candente de actualidad, debe ser algo así como la sensación esa de verse a uno mismo desde fuera.
Y pienso que no debe ser fácil lograr lo que él hizo, así que se merece todos mis respetos; pero, sobre todo, le agradezco haber instaurado la prosa en el teatro y es que no soporto la versificación dramática. Así que un brindis para este señor.
La propuesta que hoy lanzo como tema a debatir entre mis muchos y amables seguidores es la siguiente: ¿qué otros autores destacaríais en materia de renovación dramática a lo largo de la historia de la literatura española? Gracias por vuestros múltiples comentarios.